Los videojuegos son en este sentido solamente otra elección de entretenimiento, a pesar de ello todavía parece existir miedo a que los videojuegos propinen un codazo a otras formas de arte, fomentando una generación de androides gafotas sin ningún tipo de habilidades sociales ni sensibilidad poética y carentes de cualquier tipo de ambición.
Pero las nuevas formas no siempre reemplazan a las viejas. El cine por ejemplo no reemplazó al teatro, ni Internet lo hizo con los libros. Los videojuegos llevan rondando 40 años entre nosotros, y no se han llevado a nadie por delante en su camino.
Pero la magia no estaba solamente en lo que podíamos ver en la pantalla del televisor, lo verdaderamente sorprendente e hipnotizante era que nosotros podíamos controlar aquella magia. Los videojuegos permitieron dar rienda suelta a ese inquieto descubridor que todos llevamos dentro y nos permitieron aventurarnos en misteriosos mundos nunca antes visitados por nadie.
Los inicios de la cultura del juego masivo comenzaron con las (ahora vetustas) máquinas de 8 bits (Spectrum, Amstrad, MSX y Commodore). La gran variedad de sistemas, estuvo provocada por un mundo menos globalizado que el actual, donde las máquinas locales partían con bastante ventaja respecto a la de sus contendientes foráneos.
Por tanto, usuarios y desarrolladores tuvieron que enfrentarse a un mercado segmentado, en el que convivía un batiburrillo de ordenadores y versiones.
Sin duda, nuestros padres (gracias a la gran mentira que todos contamos en los 80) imaginaron que el ordenador que traían a casa sería utilizado con fines educativos. Aunque en cierto modo lo fue, porque muy pronto, éramos unos expertos configurando las grabaciones del equipo hi-fi para asegurar una perfecta copia de un nuevo juego.
Fueron sin duda muchas las tardes de placer proporcionadas por aquellos juegos, lo que explica ese enorme cariño con los que son recordados por muchos a día de hoy.
Las dos grandes compañías de videoconsolas de estos comienzos, fueron las gigantes y archiconocidas empresas japonesas SEGA y Nintendo. Cada compañía fue representada por su propia mascota digital; Nintendo tuvo a Mario, el mundialmente famoso bigotudo fontanero, y SEGA tuvo Sonic, un descarado puercoespin azul.
Nintendo y SEGA inspiraron una fanática lealtad. Eran los Beatles y los Stones de finales de los 80 y principios de los 90. Nintendo eran los Beatles; sana diversión para toda la familia, con un arte superior pero con una ligera imagen de "santurroneria". SEGA, en cambio, eran los gamberros, la banda de los callejeros listillos, que lograron atraer a los fans mas hardcore de los videojuegos provenientes de las salas recreativas.
En estos primeros tiempos, la mayoría de los jugadores que contactaron con los videojuegos eran niños y adolescentes. Hubo muchos de ellos que con el paso de los años abandonaron los juegos porque estos no les ofrecían experiencias de juegos acordes a sus expectativas.
Pero hubo una compañía que decidió apostar fuertemente por este sector de jugadores que querían seguir jugando sin dejar de ser tratados como los adultos en los que se estaban convirtiendo. La decisión fue sin duda acertada, ya que casi 20 años después del lanzamiento, Sony se encuentra en pleno desarrollo de la cuarta generación de sus exitosas videoconsolas.
Efectivamente. esta aceleración en la evolución de los
videojuegos no hubiera sido posible de otra manera. El videojuego nació, tuvo
una feliz infancia y un duro paso a la adolescencia; ahora todavía joven se está
convirtiendo día a día en un respetable adulto.
La generación píxel ya está aquí
y ha venido para quedarse.
1 comentarios:
Que puedo decir de tus palabras Logaran, muchas gracias!!. La admiración es mía, porque Fase Bonus ha sido una de las chispas que me han llevado a arrancar este blog. Asi que muchas gracias a todos vosotros, y a gente como tu que gasta unos minutos de su tiempo en leer este blog.
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